Presentación. Metodología CLIL

 

El término CLIL (Content and Language Integrated Learning) fue empleado por primera vez en 1994 por David Marsh, experto en innovación educativa. Allá por la década de los 90, el Consejo de Europa veía cómo el alumnado terminaba sus estudios sin conseguir comunicarse en la lengua extranjera que estudiaban. Por ello, con el fin de mejorar la competencia lingüística del alumnado de lenguas extranjeras, Marsh coordinó un equipo de psicólogos, pedagogos y científicos que, junto con el Consejo de Europa, crean un método infalible con el fin de introducir la enseñanza de idiomas en colegios europeos: la metodología CLIL.


La metodología CLIL consiste en llevar a cabo el aprendizaje de una lengua extranjera a través de asignaturas comunes (ciencias naturales, música, matemáticas, etc.). Marsh asegura que el aprendizaje de una lengua es más beneficioso cuando se crea un entorno comunicativo no impostado, en donde se emplea la lengua extranjera para dar respuesta a una necesidad comunicativa real. Con esta metodología se consigue aumentar la exposición del alumnado a esa lengua de manera progresiva y en su realidad diaria, lo que imita la inmersión lingüística a pequeña escala. De esta manera, también se refuerza el aprendizaje de lenguas sin quitar carga al resto de asignaturas del currículo.




Las 4 Ces  (Do Coyle, 1999)


Según Do Coyle, experta en innovación educativa que trabajó con Marsh en este proyecto, esta metodología tiene que incluir cuatro principios clave, lo que posteriormente se pasó a llamar las 4 ces del currículo: Content, Communication, Culture, Cognition.



La metodología CLIL se enfoca en un proceso de enseñanza aprendizaje donde contenido y lengua se enseña al mismo tiempo. Por lo tanto, tiene un doble objetivo: el aprendizaje del contenido de la asignatura en cuestión y la comunicación en lengua extranjera. En cuanto a la lengua, se prioriza el refuerzo de las habilidades comunicativas, por lo que se le da prioridad al uso de la lengua antes que a la precisión gramatical. Además, esta metodología incorpora diferentes elementos culturales, ya que para estos especialistas lengua, pensamiento y cultura estarían ligados. Por lo tanto, el empleo de la lengua extranjera le permitiría al alumnado conocer la cultura ligada a ese idioma. Por último, Do Coyle y Marsh afirman que esta metodología tiene que suponer un reto cognitivo para el alumnado, ya que es la forma de que desarrolle habilidades y destrezas, siendo protagonista de su aprendizaje y construyéndolo. En este caso, el o la docente adoptaría un papel de guía y sería el encargado o encargada de facilitar el aprendizaje empleando una serie de recursos didácticos o andamiaje (scaffolding). 


Para llevar a cabo el andamiaje, el personal docente tiene que emplear una metodología flexible y centrada en el alumnado. El fin de este método es facilitar la comprensión del contenido a través de material de apoyo como elementos visuales, emplear la gestualidad para apoyar el discurso, las repeticiones, llevar a cabo estrategias de interacción como las preguntas cerradas o con dos alternativas, emplear la lengua materna en algunas explicaciones, trabajar en grupos, emplear herramientas TIC, etc. 


Concluimos que la metodología CLIL es una buena manera de caminar hacia esa educación plurilingüe y pluricultural que pide el Consejo de Europa y que tan beneficiosa es. Imita la inmersión lingüística y consideramos que siempre es más fácil aprender una lengua cuando se emplea para dar respuesta a una necesidad comunicativa real. Por lo tanto, creo que es una metodología que puede ser beneficiosa para que el alumnado acabe sus estudios defendiéndose en la lengua extranjera. Del mismo modo, considero que el personal docente tiene que estar no solo especializado en esta metodología sino tener un control de ambas especialidades (la materia en concreto y la lengua en la que se va a impartir) y también adaptarse a las necesidades del alumnado, a sus capacidades lingüísticas y apoyar sus explicaciones con recursos visuales.

 

En España, para llevar a cabo esta metodología, el profesorado simplemente tiene que tener un nivel B2 o C1 en la lengua extranjera (normalmente inglés). Cierto es que los resultados que ha recogido nuestro país de esta metodología son de todo tipo, en muchos casos, los resultados no han sido los esperados. Tal vez, ha faltado que el profesorado tenga un dominio de la lengua extranjera mayor, o mayor conocimiento de esta metodología, tal y como apunta Marsh, para poder impartir una clase con terminología específica en lengua extranjera y con dominio del andamiaje para conseguir que el alumnado consiga aprender.




V. Juncal


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